jueves, 19 de abril de 2012

Cosa Pantanosa terminada. Conviviendo con Borís Pasternak Parte II

Hace tiempo que estoy convencido de que el arte no es la denominación de una categoría o de un ámbito que comprende una cantidad ilimitada de conceptos y de fenómenos con sus ramificaciones, sino, al contrario, que es algo restringido, concentrado, la designación de un principio que integra la obra de arte, el nombre de la fuerza aplicada en ella o la verdad que se ha trabajado. El arte nunca me ha parecido un objeto o un aspecto de la forma, sino más bien la parte misteriosa y oculta del contenido. Para mí está claro como la luz del día, y lo siento con todas las fibras de mi ser, pero ¿cómo expresar y formular este pensamiento?
Las obras hablan de muy diversas formas: con los temas, las situaciones, las tramas y los personajes. Pero sobre todo hablan con la presencia de arte en ellas contenida. El arte presente en las páginas de Crimen y castigo trastorna más que el crimen de Raskólnikov. 
[...] Es una especie de pensamiento, de cierta afirmación de la vida, que por su amplitud lo abarca todo, no puede ser disgregado en palabras separadas y, cuando una pizca de esta fuerza integra cualquier compuesto más complejo, el aditivo del arte aumenta el significado de todo lo demás y se revela como la esencia, el alma y el fundamento de lo representado. 


El doctor Zhivago, Borís Pasternak, traducción de Marta Rebón.


(Y cómo sería de vivificador haberse acercado, alguna vez, mínimamente, a algo parecido a eso...)

martes, 17 de abril de 2012

Cuatro de nosotros

Guillermo Ortiz preparó un curioso reportaje hace unos meses para la revista Zona de Obras; por falta de presupuesto no ha llegado a publicarse, pero lo ha colgado en su blog, y yo querría compartirlo con vosotros. 
El reportaje se llama
Espero que lo disfrutéis. Gracias, Guille.

viernes, 13 de abril de 2012

Por qué adoro a Marta Rebón. Conviviendo con Borís Pasternak, Parte I

De repente todo cambió, el tono, el aire, no se sabe en qué pensar ni a quién escuchar. Como si durante toda la vida te hubieran llevado de la mano, como a una niña, y de improviso te soltaran: va, aprende a andar sola. Y no tienes a nadie a tu alrededor, ni a los amigos íntimos ni a las autoridades. Y entonces se desea confiar en lo esencial, en la fuerza de la vida, o en la belleza, o en la verdad, para que ellas, y no las instituciones de los hombres ahora derribadas, te dirijan, del todo y sin pesar, de modo más completo que en tiempos de paz, en esa vida a la que nos habíamos acostumbrado y ya no existe. Pero en su caso —Lara cayó en la cuenta a tiempo— ese objetivo y esa certeza sería Kátienka. 

[...]

Lo nuevo era la enfermera Antípova, que la guerra había arrojado quién sabe adónde, con una vida completamente desconocida para él, que nada reprochaba a nadie y cuya taciturnidad era casi una queja, enigmáticamente lacónica y tan intensa en su silencio. Lo nuevo era el honesto y sobrehumano esfuerzo de Yuri Andréyevich de no amarla, así como durante toda la vida se había esforzado en acercarse con amor a todos los hombres, y no solo a la familia y los allegados. 

Borís Pasternak, El doctor Zhivago, traducción de Marta Rebón, Galaxia Gutenberg, 2010.