jueves, 28 de mayo de 2009

POPURRÍ

Fin de semana madrileño
(que ya toca):

Viernes, a las 2o:30, en el LADRÓN DE TINTA (c/ Noviciado, 2),
Aroa presenta su libro de poemas
Veinte años sin lápices nuevos.

Lectura variopinta y kilos y kilómetros de diversión, seguro.

Sábado, resaca (día libre).

Y el domingo, a las 21:30, en el LIBERTAD 8 (c/ Libertad, 8):
recital-musicado sobre Jaime Gil de Biedma...
no,
concierto de Alejandro Martínez...
no,
¿presentación de mi poemario La herida costumbre?

Bueno, no lo tenemos muy claro, pero están los ingredientes importantes, habrá un poco de todo eso, sólo falta que también estéis vosotros y será un domingo perfecto.
Yo prometo no cantar, y Alejandro no promete nada.
Gil de Biedma no ha dado señales de vida, todavía.

sábado, 23 de mayo de 2009

Alerta roja

Queridos padres del siglo XXI:

La primavera aprieta y en casa hace calor; es tiempo de salir a airearse los fines de semana. Los sábados, por ejemplo, cuando brille el sol, queden con sus amigos, vayan a lugares abiertos, a terrazas llenas de gente, donde sus hijos, vestidos de limpio, puedan correr a sus anchas, respirar, ver pasar los coches o los pájaros, molestar con gritos a toda la vecindad, incluso a ustedes. Cómprenles helados para que churreteen sus ropas y sus mofletes y déjenlos que practiquen las poderosas artes marciales o los siniestros juegos de médicos. Llegarán a casa exhaustos y colorados, con sangre, a lo mejor, en las rodillas. Quién sabe, quizá entre tanto alboroto y tanto estruendo, sus hijos se relacionen con sus congéneres o sus contrarios y mantengan alguna que otra conversación crucial para su futuro. Por mínima que sea, entre insulto y empujón, una de esas frases puede arrojar luz sobre el porvenir de todos nosotros. Tengan en cuenta que los adultos, cuando ingerimos gintonics al sol de la tarde, podemos ser mucho más escandalosos que ellos. Y también (no podría jurarlo pero el beneficio de la duda es el único as de la infancia) es posible que hayan aprendido a no cruzar la calle sin mirar: los sábados el exterior es un horizonte infinito.

Queridos padres del siglo XXI: desde el más puro desconocimiento, intuyo que así no vamos a ningún lado.

Ah, pero qué silencio.


sábado 16 de mayo, 16:36 h



sábado 16 de mayo, 17:50 h

Fotos Patricia Hierro

martes, 19 de mayo de 2009

Érase una vez el Cabo de Gata

Antes de las ocho y media he abierto los ojos y me he asomado a la ventana. En el suelo hay tres bicicletas de niño, de colores, y allá al frente, una gata negra, sobre un cañizo, se erige de ojos afilados contra el Mediterráneo. Se oye un ruido de cristales, vasos, platos, el desayuno. La luz es todavía naranja cálido y está fría. Una vez más, es posible despertarse en el paraíso. Cuando llegamos eran más de las diez, teníamos poca gasolina y nadie quería alojarnos por sólo una noche, pero aquí hicieron excepción. He dormido bajo un techo alto de vigas negras de madera; de las paredes encaladas, con bultos huecos, sólo cuelga un horrible cuadro ovalado de marco dorado: un bodegón de flores.

Anoche había mucho viento. Bajamos a buscar algo de comer y estaba todo cerrado, pero se compadecieron de nosotros de nuevo y un mendocino nos hizo dos pizzas enormes y nos vendió una botella de vino tinto. Comimos el uno junto al otro en una mesa larga y en los sofás a nuestro lado, el fuego de la chimenea y dos alemanes charlando y bebiendo.



Fumamos afuera y nos resguardamos del viento en un muro saliente de la pared, sentados en un tronco que parecía un abrevadero de caballos. Simple madera hueca. Intuí el mar, un resplandor blanco alineaba las olas. Nos besamos como si acabáramos de conocernos. Bocabajo en la cama como si recién acabáramos de conocernos. De pronto todo en una grieta como si nunca nos hubiéramos visto antes. Afuera apoyada en el muro de cal agarrando el vino y dos cigarros como una vulgar adolescente que jamás hubiera existido y sólo se apareciera ante ti para recibir la mordida y el juego. Boca arriba en la cama pensando en el nuevo olor que regresa. Bebo agua directamente de la botella mientras follamos porque tengo seca la boca. Me olvido de fumar. Me llamas repelente porque después de todo, bajo los edredones, dejo la luz encendida y leo La mujer rota. No duro mucho, dos páginas, pero me esfuerzo; la placidez me abate los ojos hasta el sueño o la nada: dormimos juntos como dos que llevaran años durmiendo juntos, que incluso a veces sienten angustia de dormir solos, aunque nadie nos hable y nadie nos toque más que el pie enredado en los tobillos.


PLAYA DE LA ISLETA


¿Es un cohete, eso que suena en el mar? Nadie, de las nueve o diez personas que hay en la playa, se levanta y se acerca hipnotizado hacia el agua por la llamada furibunda del ultrasonido levantino. ¿Qué son estos microescarabajos tornasolados que se agarran a mi piel con sus colmillos y sus patas? Ahora endulza el viento, como anoche amargaba.

Alguien se está bañando. Sólo de imaginármelo se levanta mi carne de gallina.

Vienes por la orilla. Bebí demasiada agua en el desayuno.


Del mar ya no se acercan más ruidos pero sí las olas y el lamento de los erizos. Dices que se esconden bajo la arena negra y pueden atacarte. No te acerques ahí, me dices, que hay erizos. Báñate, valiente. ¿Valiente yo? Me doy la vuelta en la arena y me resguardo en esta roca terrosa. Cada vez estoy más cerca del papel pero el mar no me deja escuchar el sonido que hace el bolígrafo sobre él.

Hay que significar, me dices, mientras llegas con una piedra redonda y grande.


Leerme los suplementos culturales de los diarios, inclusive los menos malos, me provoca ansiedad. Sé por qué. Opto por los artículos sobre gente suicidada hace décadas, o simplemente muerta. No me gusta sentir que no hay tiempo para nadie. No me gusta pensar en el tiempo como una condena.

Llegas del agua helada y el poniente aprieta. Todo quiere moverse. Tu cuerpo desnudo y mojado.

Es imposible estar aquí. Volaremos. El mar se acerca.

El Mediterráneo empieza a caerme bien.



viernes, 15 de mayo de 2009

Otra vez
La Menuda en
LOS NOVELES

(y Rebeca Yanke entrevista a Elvira Navarro...)

¡Que lo disfrutéis!
Gracias a todos.

domingo, 10 de mayo de 2009


Pandemia es una palabra vis-cosa.
El holismo bien podría ser una quimera.
O eso nos gustaría creer.
Mancho de chocolate a la taza la reproducción del mapa del mundo en el diario, sección vitalidad extinta, también llamada cuenta atrás.
Los domingos por la tarde, los periódicos son avisos de bomba.
Paso de todo.

jueves, 7 de mayo de 2009

Evito los grupos de adolescentes. Casi diría que me escondo de ellos. Necesito un tiempo de adaptación. Todavía, a veces, la mía reclama su carne. (Cualquier movimiento, recuerdas, era un golpe de efecto.)


He llegado a los treinta y rectifico: siento nostalgia del pasado.



viernes, 1 de mayo de 2009

A propósito de Beatriz Moreno

De todas las personas que se apellidan Moreno que conozco, sólo una es mi hermana: Beatriz.
Mi hermana es una persona reservada cuando le da la gana, extrovertida cuando le da la gana, sonriente, chispeante, explosiva, lúcida y cariñosa.
Ahora mismo vive en Lausanne, Suiza, (quiero decir), en Tours, Francia, en fin, vive por allí arriba y tiene el pelo naranja, dice que por poco tiempo (lo del pelo naranja).
Nos llevamos cinco años de diferencia, yo nací antes (pero desde que apenas contaba diez años ha ejercido sobre mí una poderosa influencia de hermana mayor en algunos aspectos por motivos que no vienen al caso, digamos relacionados con el concepto de salvavidas). Ella no tiene arrugas y los años setenta se la traen al pairo. Tiene una bicicleta con la que se mueve bajo la lluvia y habla francés. La admiro profundamente, por éstas y por otras cosas.
Sé que escribe en libretas que luego envía por correo a destinos privados. De vez en cuando, tiene compasión de mí y me enseña algún texto.
Después de muchos años, hemos llegado a la conclusión de que lo de garabatear libretas y el amor por la gente y por los bares puede venirnos a ambas de la parte paternofilial. Generosa herencia.

Quiero dejaros aquí un texto que me ha enviado hace unos días y que me ha impresionado. La foto que lo acompaña también es de ella.
Espero que lo disfrutéis.


***


No distingo los colores amarillo y azul, quiero decir, los confundo, son el mismo para mí, quiero decir, no soy daltónico, no es eso. El rojo y el verde de los semáforos me manipulan como a un payaso cada día. El azul y el amarillo no. Abro la puerta y supongo que hace sol, lo supongo porque para mí es gris. De hecho prefiero los días nublados. Blanco real y gris de verdad. No se lo digo a nadie, lo considero parte de mi intimidad, como si tuviera una peca enorme en una de las nalgas. Privado.

No sé si he pecado alguna vez. Mi camino bordea la frontera entre el bien y el mal, nadie puede recriminarme nada, casi nunca me decanto por nada. Cuando me refiero a otros los visualizo como una masa uniforme de ojos azules y pelo rubio, quiero decir, una masa gris. No tengo amigos, no recuerdo a mi familia, vivo solo. Trabajo solo. Tengo un ordenador sin acceso a internet y siempre descuelgo el teléfono al llegar a casa. Suelo hablar a lo largo del día contadas palabras, soy un hombre de no más de 150 palabras/día. Normalmente mis comunicaciones oficiales, burocráticas y profesionales las hago por correo postal. Utilizo tinta roja o verde.

No me gusta el ruido de los bares ni el constante motor de la calle. Detesto la humanidad y lo que me hace humano. Sólo vivo. No me gusta leer ni ver la televisión, utilizo los libros para arrancar sus páginas y crear inanimadas criaturas de papel. Soy especialista en seres alados, aunque no soy aficionado a la papiroflexia, quiero decir, es que no tengo ninguna afición.

Mediana edad, mediana estatura, pene de tamaño medio, quiero decir, no soy un mediocre.
Tengo mis manías, quiero decir, no me gusta casi nada. Jamás he conocido a nadie.

Soy un solitario.

Tengo que enamorarme, quiero decir, tengo que enamorarme de ti.

Texto y foto: Beatriz Moreno