miércoles, 30 de enero de 2008

El tren viene con retraso. Hay un pequeño lagarto verde a mis pies. El sol es demasiado sol a pesar de ser enero. Falta el acontecimiento de la nieve en este año bisiesto. Tengo calor. El sol. El tren ya lleva demasiado retraso, y es como la nieve en este año bisiesto. Puedes arriesgarte y prometerme que la furia nos pillará en la cama, con los dedos hincados en el corazón del otro, y en el pretil de la ventana (abierta, de par en par el éxtasis), este lagarto verde que da ciento veinte vueltas alrededor de sí mismo susurrará el presagio, ya sabes, aquellos posibles meses negros; la tierra está cambiando de color, siguiendo un ritmo invisible de conciencias, lo externo de la nieve que llega con retraso, lo externo engrandecido imposible de esquivar, aplastando lo externo nuestros cuerpos, nuestras mentes menudas en la asfixia, cósmicamente heridos de terror, el ojo humano sesgado en su pupila, sopla el viento otra vez y sigue haciendo demasiado calor.
Viene la vida a vernos, algunas veces, y un lagarto de ojos diminutos juzga el comportamiento de nuestro amor, y así, con tanto golpe tonto cotidiano, no podemos besarnos, entiéndeme, el pulso de las horas es la histeria muerta del futuro, quisiera ser lagarto alguna vez (más), o nieve que no llega, o mundo corrompido y codicioso, una de dos, confundo ya tu boca con los libros, mis muslos van venciendo la distancia, la carne ya no es tiempo y no da nada
rompámonos los dos
las tripas son lo único que tengo
es más fácil vivir con las vísceras encima de la piel, pasto de los lagartos y las mariposas,
refrescándonos la sangre
y olvidando que hay que llegar a algún sitio
todos los lugares son el mismo
se te olvida
que lo único inmenso
es el aire del mar
y este latido
pum
este latido.

jueves, 24 de enero de 2008




Celebraciones
y sólo acaba de empezar
el año 2008

pero miren

pasen y vean

yo estoy feliz:


Pablo Gutiérrez, el hombre de las olas, amigolargo de las páginas, qué pequeños éramos, recuerdas, el poyete y las manos y los poemas, publica en marzo (marzo es mañana) su primera novela, en La Fábrica, Rosas, restos de alas. Que no tiene desperdicio, que es una delicia explosiva, es algo que no tengo ni que decir. En el otro lado de esta cadena de noticias hay otro magoamigo y culpable, Emilio.
(Yo os tengo que dar las gracias a los dos por.)

Migue (Miguel Ángel Maya para la prensa) es un titiritero que encontré en Sevilla hace lustrísimos en una calle empedrada y con música. Luego él puso más música y el brillo de las piedras. Acaba de ganar una alegría tan grande como la que se merece. (¡Que no pare nunca el piano, Migue, que no descanse!)

Miguel (gran paréntesis de palabras hervidas en caricias) está traduciendo su primera novela.

No me digan, compañeros, que no es para volar.

Si no fuera porque la felicidad no exime (aún) de lo laboral, yo estaría gravitando, subida al poste de la luz que veo desde mi ventana, brindando con la pareja de águilas que planea sobre mi casa.

(Y ya que me he desparramado de noticias, voy a decir que yo también tengo sorpresas-felicidades-libro este año, dos, ¡dos!... Pero ya os iré contando... )

Y dedico todas estas chispas y serpentinas y gotas de vino efervescentes, esta sonrisa gigante de mes de enero, al capitán de navío, mi abuelo Juan (y a mi abuela Aurora, la novia del marinero, la de los ojos color agua salada).

Ahora sí: feliz 2008 a todos.

sábado, 19 de enero de 2008


... la reconquista.

A doble o nada.

Marihuana.

Las tiras de cabello de la tarde son láminas ardientes que caen sobre la cama y las paredes.

Hace falta algo más que un hueco, varios minutos estirados en horas, para recordarte y recordarnos.

Cuando ayer era de noche

y tú llegaste,

afilamos la madera de la mesa

no logro recordar qué cenamos

(y era sopa)

pero el vino frío nos encharcó la boca y así

las palabras huyeron

contrarias a la lengua y acolchadas.

Big time.

Volvernos locos.

No sé si tienes sueño pero tus ojos

son la mitad enorme de lo enorme,

y el carrete en blanco y negro, clic, 4’5 de diafragma, un segundo partido en ocho veces,

Big time.

A doble o nada.

Que su voz estaba rota y no es tu cuerpo

tu cuerpo

porque es tu cuerpo

la silueta desnuda contra la pared

clic

clic.

Era la noche entonces

con la alegría de lo oscuro,

la luz viva del desorden,

Big time,

los vasos de vino frío.

Vivir en viernes que se acaban

sentir

todavía el sábado no se agota

la luz

a doble o nada

rasguños de tu cuerpo contra el mío

clic

a doble o nada.

jueves, 17 de enero de 2008


Llegarás mañana
para el fin del mundo
o el año nuevo,
mañana te mato
mañana te libro...


LHASA




Si hay que elegir soledad, yo elijo ésa.
Quién lo diría.
Ahora, el viento da la vuelta en la montaña y llama, huracanado, toda la noche.
En la habitación de al lado, unos zapatos son la única señal de vida. La estantería está torcida y quedan restos de incienso en la madera. He abierto los armarios y dentro todo estaba como antes de llegar. Pero una luna colgada del hierro de la ventana me dice. Casi la olvido.
Omito la tristeza y no cierro los ojos para recordar: el 1 de enero, el agua estaba fría y los pies terminaban por ser barcos invisibles. Hoy, aquí, el atardecer era un fuego agachado.
Pero ya no. Quedó afuera una farola, prendida de naranja, y gatos de la selva.
Meditaciones.
En el salón, un solo cuadro gobierna las paredes: "Quédate conmigo", dice.
Y aquí estoy.

lunes, 14 de enero de 2008


Lento enero
con su costillar
lleno de llaves de luz
cosa futura
y de tornillos
a veces
el óxido.
Hasta que suba la marea.

martes, 8 de enero de 2008

7 de enero de 2008

Altaria Huelva-Madrid

7:55

A través de la ventanilla se abre la mañana con su horizonte lento. La silueta del paisaje contrasta con un negro opaco que permite imaginar que esta tierra que atravesamos es a ratos la sabana y a otros ratos una porción brumosa de Europa Central, en vez de este pequeño norte de África donde crecen cañaverales, chumberas y tejados de cal blanca.

Entonces es que el amanecer lo confunde todo. También los cuerpos. Al fondo, el pico de una iglesia agarra un jirón de cielo rosa fluorescente y se lo enseña a las altas mandíbulas de una grúa. Todos los pueblos son lugares misteriosos y llenos de hermosura al amanecer. Luego, uno despierta junto a un cuerpo y el calor que éste desprende se convierte en una respiración básica y a salvo de la que la vida es capaz de alimentarse.

El cielo clarea, y las tristes palmeras y los hierros empiezan a reflejarse en los charcos que hay junto a las vías. Siempre queremos desprendernos de algo, de una parte del pasado, del presente o del futuro, pero a pesar de eso el cielo continúa cambiando milagrosamente de color y hay llanuras inexploradas y unas nubes lejanas

bienvenidas

que aguantan la irrealidad y lo maldito.

Sobre la hierba verde crecen las fábricas, pero todavía sobra espacio y la asfixia es sólo un mal recuerdo o una duda. La escarcha casi ha desaparecido con la luz, y todo lo que podía llamarse miedo ni siquiera es locura. Que, a lo mejor, nunca este paisaje me trajo tanta belleza y quiero retenerlo en el cajón de las tripas y los sueños. No puedo apartar los ojos del cristal porque en cualquier momento aparecerá la bestia del otro lado del mundo y los olivos, los eucaliptos y los vertederos de los riachuelos serán otra cosa y ya nunca más serán.

¿De verdad hemos convertido la palpitante angustia de la vida en un lento amanecer donde los pocos animales que quedan mastican, suavemente, hasta el final, las tiernas plantas del suelo tibio hasta dar, directamente sus encías sudorosas, con mi carne? El cielo será azul un día más, tus dientes han chocado con mis huesos, no recuerdo tus labios, dónde estás.

viernes, 4 de enero de 2008

(Tacheles, Berlín; foto Beatriz Moreno)




(Año 2008. Mañana del Día 2. Salón de David J. Calle Sol.)


La lluvia en Sevilla y los mamarrachos.


Hace frío en esta humedad de caudal lento.


Se han ido los amigos y quedan otros

y esta mañana el calor

dejó las persianas bajadas

y fue

a empaparse al río,

directo charco mojado de nuevo año.


Lo cotidiano detenido.

Esta ciudad es vieja y me gusta.

Tengo las manos frías y todo por hacer, otra vez.



Quizá salga a la calle,



el blanco calado de las paredes no casa con el gris,

pero habrá que moverse del sofá

apartar a un lado la música,

y después del tabaco,

tal vez,

empezar de nuevo con el mundo,


continuar.